4 jun 2009

El Garca argentino

Breve anatomía del garca argentino. Y el desnudito de hoy.

Hace un tiempo suelo juntarme con amigos en un tradicional comedero cuyo ambiente posibilita el requisito fundamental: que la conversación prime sobre el alimento. Y un día de estos se nos acercó uno de los mozos y nos expresó, casi ceremonial, que era un gusto atendernos porque siempre lo tratábamos con respeto. Nos miramos sorprendidos.

A ese mozo, como a otros, no lo tratamos de ninguna manera especial: saludamos cuando entramos y cuando salimos, damos las gracias cuando hay que dar las gracias, decimos de nada cuando corresponde hacerlo. Pero ese intercambio sencillamente humano, entre pares, republicano, es lo que nos distingue, según su visión, de muchos comensales.

Delinear una una tipología del garca argentino requeriría un vasto esfuerzo, seguramente gruesos volúmenes y quizá se trate de una misión imposible, ya que la cantidad y variedad atentarían contra el intento de clasificación. Pero sin duda hay oficios que son blanco fácil para esta especie de fácil reproducción en nuestras Pampas. Mozo, mucama, camarera, portero, cadete, vendedor, chofer, telefonista, recepcionista y todos aquellos que presten algún servicio se cuentan entre sus víctimas predilectas para practicar una casi deportiva violencia social.

El mero hecho de que alguien deba atenderlo despierta en la mente del garca la idea de servidumbre. El tipo -y no es una cuestión de género- por el mero hecho de que alguien le acerque un menú o le abra una puerta se piensa como de otra prosapia, como miembro de alguna clase o raza superior. Por más que su origen sea humilde, sentirá el peso del abolengo criollo (¿qué abolengo, por otra parte: tenderos, matarifes, contrabandistas?) y la necesidad perentoria de hacérselo sentir al otro mediante la vejación.

Su arma será el maltrato y lo expresará mediante imaginativas maneras. En principio, una exigencia feroz: cualquier detalle que no se ajuste estrictamente a lo pedido por el garca será causa de reprimenda humillante o aún de escándalo.

El tipo impone ser tratado como un monarca despótico y está convencido de que paga por eso. Si no se le presentara semejante ocasión recurrirá a otras formas del desprecio: desde la confianza indebida (el pérfido humor de la gastada) hasta el efecto de invisibilidad (el otro no existe, no se lo saluda, no se le contesta), pasando por un tuteo no acordado y que no puede ser mutuo, que se establece de manera ofensiva.

Y es todo un arsenal al que recurre el canalla: el comentario irónico o descalificador, el gesto despectivo, la afrenta oblicua o apenas esbozada. Todo, en un único sentido, el de degradar al otro para dejar en evidencia una presunta superioridad que esa misma actitud refuta. Lo más patético, sin embargo, es que la lógica del sistema permite, avala y hasta glorifica al garca con su talismán mágico: el dinero.

7 garcaron este post:

Mandramas dijo...

casi parece que lo hayas escrito vos.

Destro dijo...

acaso crees que no lo escribi yo?

Mike dijo...

chuuuu..

muy bien!

Anónimo dijo...

Bravo!!

Clap-clap!!
Ni yo, con todos mis rencores, lo hubiera escrito mejor!!!
Fenomenal.

Destro dijo...

Gracias, gracias, me inspire en varios conocidos (el gaucho entre ellos)

el11 dijo...

yo creo que javier lo hibiese escrito mejor... pero bravo! tenes razon estas filosofico y eso debe de ser el exceso lacteo en tu cuerpo pero repito... bravo!

El Javi dijo...

El problema del post de Joaquin, (si es que realmente el escribio esto no me sorprendería, al contrario, mas de una vez le dije que debiera haber esudiado filosofía), es que escribe como Oscar Wilde pero piensa como Adam Smith. Es el burgues que analisa a los obreros pero no deja de creer en el self-made man (y lo digo con el menor impulso social encima) y tiene razon. En todo caso insisto en que debiera haber estudiado filosofia, los postmo le vendria muy bien para analisar esta clase de comportamientos.